sábado, 31 de octubre de 2009

El bandido “Cucaracha y el barquero de Pina de Ebro

El bandido Cucaracha. Grabado (Huesca, 1936) de un niño de Plasencia del Monte, alumno del maestro freinetista Simeón Omella (unizar).Mariano Gabín y Suñén, más conocido con el apodo de “Cucaracha” (era pequeño, muy moreno y siempre vestía de negro), fue el bandolero más conocido de Aragón. Entre 1870 y 1875 “reinó” en un basto “imperio” que incluía la comarca de Los Monegros y se extendía desde el río Cinca hasta el Gállego, de Este a Oeste, y, por el Norte, desde la Hoya y Somontano de Barbastro, hasta el Ebro, por el Sur.

“Cucaracha” se movía continuamente de un lugar a otro, evitando la presencia de la Guardia civil. Tuvo que cruzar a menudo los ríos por las numerosas barcas que comunicaban las márgenes de los tres ríos más caudalosos de Aragón. Se cuentan muchas anécdotas.
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Habitualmente, los barqueros eran confidentes del bandolero y le ayudaban; uno de ellos fue el barquero de Albalate de Cinca. Pero también tuvo algún encontronazo con otros barqueros. Es el caso que traemos en el siguiente texto de A. Riera, con el título de “Cucaracha”, publicado en 1903 en la revista ilustrada Pluma y lápiz, editada en Barcelona.

“Se habla de bandidos, conversación que no es muy agradable ni tranquilizadora cuando se sostiene andando por campo y valles, pero que resulta entretenida e interesante después de haber comido y bebido en un buen restaurant y fumado un habano mientras se cumple el trabajo de la digestión, cuando la sangre parece circular con más viveza y avivar el pensamiento.

-Me da ira la estupidez humana, decía López -un López cualquiera; -la ha dado todo el mundo por creer en la caballerosidad de los bandidos, y no hay quien se los figure unos caballeros andantes o poco menos.

-La leyenda es merecida por lo que toca a varios de ellos, replicó Fanjul, el antiguo jefe republicano, famoso por sus discursos del Parlamento.

-¡Hombre, tiene gracia! ¿Hasta tú?...

-Sí, hasta yo. A un bandido célebre, que murió de un modo desastroso, debo la vida, o cuando menos el ahorrarme una encerrona de larga duración.

-Cuenta, hombre, cuenta.

-La aventura no es extraordinaria, pero prueba lo que dije, que hay cándidos que valen más que su fama. ¿Recordáis el nombre de Cucaracha?
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miércoles, 28 de octubre de 2009

La rayuela

Niños jugando a la rayuela

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

En los próximos artículos vamos a tratar de un juego muy extendido por todo el mundo; el repertorio con el que se denomina es amplísimo, y también son muchas las pequeñas variantes que se pueden observar en el modo de jugar, así como en las formas que adopta la figura protagonista del juego.
No debemos confundir diferentes juegos que reciben el mismo nombre, "rayuela" o "tejo", que poco tienen que ver con los que nos ocupamos; toman el mismo nombre juegos en los que se utiliza un tejo o en los que se juega teniendo como referencia una línea o raya.

Iniciaremos el repertorio con los datos bibliográficos más antiguos que poseemos, que ya hacen referencia a que este juego era conocido entre los griegos y egipcios. Una de las figuras más antiguas que se conocen está trazada en el foro de Roma. Según algunos autores, durante la expansión del imperio romano, los soldados enseñaban este juego a los niños utilizando las pavimentadas superficies de las calzadas empedradas que construían a su paso (1).

Modo de jugar

La denominación de "rayuela" es la más extendida; con este nombre se identificaba a todas las figuras propias de este juego. La más común era rectangular, con uno de sus extremos terminado en medio punto, y dividida en siete compartimentos, en forma de escalera. Se trazaba sobre el suelo con una piedra o se dibujaba con tiza si la superficie lo permitía.
Las normas de juego que nos aporta Fraguas (2) son las siguientes:
«El jugador, empezando por la parte inferior o recta del rectángulo, echa una pequeña piedra plana, redonda o cuadrada, sobre la primera división, y penetrando en ella sosteniendo solamente sobre el pie derecho, tiene que hacer salir la piedra por el sitio donde entró. Concluido esto, la arroja a la segunda división y hace lo mismo, y sucesivamente va efectuando la misma operación en los demás espacios de la figura, aumentando la dificultad a medida que avanza. Como la posición no deja de ser molesta, les está permitido a los jugadores descansar en el espacio cuarto y en el séptimo, con prohibición absoluta de hacerlo en los otros cinco».
El jugador pierde cuando comete alguno de los siguientes errores: descansa en las casillas citadas, pisa alguna raya, la piedra queda sobre una raya, lo que se denomina "caer en raya", sale por uno de los lados laterales, cae en uno de los espacios que no le corresponde o sale de la figura.

Variantes

Partiendo de una forma inicial de la figura, cada pueblo la ha ido modificando a su capricho, resultando algunas complicadísimas. No obstante, el juego tiene sentido y lógica, tanto en su manera de jugar como en las denominaciones que adopta.

Los espacios que predominan en la figura son siete, coincidiendo, casi siempre, el cuarto con el "descanso" o con el "jueves", y el último o séptimo con el "domingo", la "corona", el "cielo" o la "gloria", según podemos observar en las figuras.

No es extraño que en algunos lugares se denomine al juego "La semana", puesto que en cada casilla, por orden, se anotan los días de la semana, y en otros reciba el nombre de "El descanso", tomando el nombre del cuadro más deseado. La casilla del "descanso" coincide con el "jueves", guardando analogía por lo que para los niños significaba el jueves: día en el que antaño los niños no tenían clase en el colegio por la tarde y, cuando iban, era para salir al campo con el profesor para divertirse. Así, el jueves era comparable al domingo, día de asueto. Del "domingo" sólo cabe decir que para los niños era el día grande de la semana, sin el profesor; jugaban durante toda la jornada, como vulgarmente se decía, tomando la expresión que recoge Fraguas, "a casquete quitao".

La diversidad de figuras que podemos apreciar supone, igualmente, pequeñas variantes enriquecedoras en la manera de jugar. Una muestra es la figura 3 de Fregenal que nos aporta Fraguas, según la descripción que le facilitó Luís Romero Espinosa:

«El jugador que por la suerte le toca ser mano, tira la china a los cuatro triángulos A, B, C y D, por orden, cuidando de que no caiga en raya, y la saca "pijoteando" sin pisar las rayas» (3). Los saltos de esta primera división de los cuatro triángulos, comprendidos dentro del primer cuadro, se dan, primero al triángulo A, después al B, sin pisar la raya que las separa, a continuación al C y al D. Del último triángulo se va pasando la china o tejo (también denominada "teta") a los seis espacios siguientes.
En el "cielo" termina el juego y el que primero llega (se denomina "mano" al que está jugando) despide "pijoleando" su "teta", y del mismo modo cruza todas las casillas, continuando de este modo hasta que otro jugador (denominado "porra") la recoge. El "porra" tiene que dejar la "teta" en el primer espacio y dar alcance al "mano", que ha continuado en dirección contraria a la que lanzó la "teta". Una vez cogido el "mano" por el "porra", éste lleva a aquél "a cuestas" desde ese lugar hasta donde se encuentra la figura. «Se pierde al pisar las rayas, "al montar" (pisar la tejoleta) o al sacar la "teta" por los "pucheros", indicados por dos pequeños círculos en la figura».
En los demás modelos se juega de forma similar. De las palabras que aparecen en los cuadros, Fraguas sólo nos descubre el significado de "pelulta", repetida en varias figuras, que significa penúltima.

La teta

Según los datos que nos proporciona Fraguas, en Villafranca, además del juego del que nos ocupamos, que denominaban el "chinche", practicaban otro que llamaban la "teta"; éste únicamente cambiaba en la forma, pero no en el modo de jugar. Alguna otra variante destacable presentan en Estepa. El juego es idéntico en las seis primeras casillas: se tira la "tolda" (tejoleta) y se saca con el pie; en el séptimo, sin descansar, se coge la "tolda" y se coloca en la corva de la pierna que está en el aire, y sin que se caiga se sale "pijoleando". En el recuadro "caliente", se pone la tejoleta en la boca.

En la descripción que hace Fraguas de cómo se juega en la última casilla, "mocha", podemos advertir la moda imperante en el siglo pasado: «en "mocha", después de quitarse el sombrero, se pone la tolda en la cabeza» ("mocha" significa cabeza). Lógicamente, si la tejoleta cae de cualquiera de estas partes, pasa el turno al siguiente jugador.

Los círculos que aparecen en el centro de las figuras de Olvera y La Rambla son hoyos que sirven para lanzar el tejo y saber quién inicia el juego.

Esta última figura es de las más complejas; además, una vez realizado todo el recorrido, el jugador debe someterse a dos pruebas para ganar. La primera se denomina "punta": desde el inicio del rectángulo, el jugador se coloca el tejo o piedra en la punta del pie y tiene que lanzarla a la "corona". Superada esta parte de la prueba, debe recorrer toda la figura a la "pata coja", sin descasar, y sacar el tejo de un único puntapié por la primera casilla, sin tocar los "quiricoles" (círculos señalados en los ángulos inferiores del rectángulo).
La segunda prueba, conocida con el nombre de "la ciega", consiste en repetir la misma operación con los ojos vendados, sólo apta para los jugadores más diestros. El que pierde debe llevar "a cuestas", dando un número de vueltas convenido previamente, alrededor de la figura, al que en primer lugar consigue la proeza de superar todos los recorridos.

BIBLIOGRAFÍA
  1. GRUNFELD, Frederic V.: Juegos de todo el mundo. Edilan, Madrid, 1978, p. 165.
  2. FRAGUAS, José E.: Tratado racional de gimnástica y de los ejercicios y juegos corporales. Madrid, 1894, Tomo III, pp. 526 a 531.
  3. Opus citat, p. 530.
Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 2 de febrero de 1997
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martes, 20 de octubre de 2009

V Premio Anual de Composición y Recuperación de Música Popular Aragonesa


Convocatoria del V Premio Anual de Composición y Recuperación de Música Popular Aragonesa “Comarca del Campo de Belchite”
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La Comarca del Campo de Belchite interesada por la pervivencia de la cultura tradicional aragonesa en sus distintas manifestaciones, en particular en lo relativo a la música popular, con objeto de fomentar, promocionar y estimular la recuperación de la música popular aragonesa, y en ejercicio de las competencias comarcales en materia de cultura, convoca el V Premio Anual de Composición y Recuperación de Música Popular Aragonesa “Comarca Campo de Belchite”, con arreglo a las siguientes BASES:

1.- La Comarca del Campo de Belchite convoca el V Premio de Composición y Recuperación de Música Popular Aragonesa "Comarca Campo de Belchite”, con el objeto de fomentar y divulgar la música popular aragonesa en dos modalidades: composiciones POPULARES ARAGONESAS DE NUEVA CREACION y recuperación DE CANCIONES POPULARES, ambas en relación a alguno de los 15 municipios que integran la Comarca del Campo de Belchite: Almochuel, Almonacid de la Cuba, Azuara, Belchite, Codo, Fuendetodos, Lagata, Lécera, Letux, Moneva, Moyuela, Plenas, Puebla de Albortón, Samper del Salz y Valmadrid.
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domingo, 18 de octubre de 2009

Los seres mágicos recorren la villa del Papa Luna

CHARLA CON PROYECCIÓN

Brujas, demonios, encantarias, gigantes y otros seres mágicos de Aragón
ILLUECA
Viernes 30 de octubre de 2009
Biblioteca
19 horas
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Colabora: Ayuntamiento de Illueca, Comarca del Aranda, DPZ, Circuito de Artes Escénicas
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martes, 13 de octubre de 2009

Cristineta volará por el tozal Redondo de Alcolea

Brujas, demonios, encantarias, gigantes y otros seres mágicos de Aragón
CHARLA CON PROYECCIÓN
Para todos los públicos
José Antonio Adell Castán
Celedonio García Rodríguez
Alcolea de Cinca
Sábado 31 de Octubre de 2009, 16,30 horas
Organiza: Asociación de Jubilados de Alcolea
Lugar: Salón de Actos del Ayuntamiento
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domingo, 4 de octubre de 2009

Conflictividad social y bandolerismo en el siglo XIX (Comarca de los Monegros 1)

Aspecto actual del santuario de Nuestra Señora de Magallón en Leciñena, saqueado e incendiado porlos franceses en 1809. Foto: C. García
José Antonio Adell Castán
Celedonio García Rodríguez


En los últimos años del siglo XVIII se propagaron en Aragón las ideas revolucionarias que el 14 de julio de 1789 pusieron fin en Francia a siglos de dominio señorial. Una aguda crisis de cosechas vino a complicar la situación de los jornaleros, provocando gran agitación social y temor entre las clases burguesas de Zaragoza. Las crisis económicas y sociales originadas por años de escasez fueron un mal endémico a lo largo del siglo XIX. Proliferaron revueltas motivadas por el mal reparto de la propiedad, el hambre, las crisis políticas y el bandolerismo.

En este contexto, con malas cosechas en 1801-1802 y 1803-1804, estalló la Guerra de la Independencia, que también tuvo repercusiones en esta comarca.

La Batalla del Llano en Leciñena

Entre 1808 y 1814 la guerra de la Independencia asoló el territorio aragonés en diversas fases. Durante estos años la guerrilla constituyó un modo de vida que recordaba la larga tradición del bandolerismo rural aragonés. La guerrilla creó un clima de terror e inseguridad entre las tropas invasoras y alcanzó celebridad en Europa por su novedosa y efectiva forma de combatir. Cuando acabó la guerra muchas de estas partidas se convirtieron en auténticos bandoleros. Los guerrilleros no podían volver a sus lugares de origen, donde les aguardaba el hambre, la miseria o represalias.

A finales de 1808 y en los primeros días de 1809, en las proximidades de Alcubierre se organizó un Ejército Auxiliar con tropas dispersas y voluntarios reclutados por Felipe Perena, Teobaldo Rodríguez y Juan Pedrosa en el Alto Aragón. Su objetivo era romper el segundo Sitio de Zaragoza. En la sierra se prendieron hogueras visibles desde Zaragoza. Los franceses, temerosos, decidieron acabar con este ejército, cuyo cuartel general habían instalado en el santuario de Nuestra Señora de Magallón. Finalmente, el 24 de enero de 1809 unos diez mil franceses asaltaron Perdiguera y derrotaron a los aragoneses en el llano situado entre Leciñena y Perdiguera.

Perena cometió el error de aceptar el combate en campo abierto contra un ejército mucho más numeroso y mejor adiestrado. Las valerosas tropas aragonesas fueron arrolladas y dispersadas, dejando más de quinientas víctimas en el terreno. A continuación comenzó el asalto e incendio del santuario y saquearon Leciñena. Dos días después comenzaba el gran asalto a Zaragoza.

Entre 1810 y 1811, un antiguo contrabandista, Anselmo Alegre, apodado el “Cantarero de Monzón”, dominó con sus correrías la sierra de Alcubierre, desde Leciñena hasta Sena. En noviembre de 1809 atacó un destacamento francés en la sierra de Alcubierre, capturando a 12 soldados y 24 caballerías. Los franceses pondrían fin a sus pillajes al ser sorprendido en las llanuras de Villanueva de Sigena.

Las tropas francesas trataban a los guerrilleros como bandoleros y realmente algunos lo habían sido. De hecho, según el Reglamento de Partidas, a los bandoleros y contrabandistas que se presentaban con su cuadrilla se les perdonaba el delito cometido.
Localidades de Monegros en el siglo XIX según mapa francés de 1823 (Servicio Geográfico del Ejército)
El Trienio Liberal
La crisis económica motivada por la guerra persistió hasta 1819. El primero de enero de 1820, Rafael del Riego se levantó en armas contra el absolutismo de Fernando VII; el rey tuvo que ceder a las presiones de los liberales y el 7 de marzo publicaba un decreto restableciendo la Constitución de 1812. Comenzaba el Trienio Liberal. Las reformas religiosas, sociales y políticas provocaron el malestar de las capas populares, urbanas y campesinas. Pronto surgieron las primeras insurrecciones y se levantaron las primeras partidas absolutistas que aclamaban a Fernando VII como Rey absoluto, y pidiendo la derogación de la Constitución de 1812.

Ante la proliferación de partidas realistas, en julio de 1822 la Diputación Provincial de Huesca organizó las denominadas Partidas Patrióticas, para “perseguir facciosos, ladrones, malhechores y garantizar el orden y la tranquilidad pública”, pero tendrían escasa eficacia. Ramón Guirao describe el recorrido de una de estas partidas que el 24 de julio de 1822 se concentró en el molino de Juvierre y en la ermita de San Miguel, término de Castejón de Monegros. Los absolutistas se dirigieron a Pallaruelo y Lanaja, donde derribaron las lápidas de la Constitución, se incautaron de todas las armas y los caballos, y después marcharon a Peñalveta, cerca de Lanaja. Al día siguiente continuaron su camino hacia Monegrillo.


Juan Martín Díez, "El Empeinado", por Francisco de Goya
A finales de agosto, el general Juan Martín Díez, apodado el “Empecinado”, afamado guerrillero de la Guerra de la Independencia, se encontraba con sus tropas en Zaragoza, desde donde partió en dirección a Tardienta para reprimir una partida realista de más de cien hombres. Pasado Leciñena dividió su destacamento, dejando parte de sus fuerzas al mando de Froilán Mojón, mientras él se dirigía a Robres. Mojón persiguió a los realistas por Poleñino, Lalueza y Lanaja, hasta dar con ellos en la Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes. Allí fueron arrollados y dispersados.

En septiembre, la columna de Pablo Luis Bacigalupi perseguía a Bessières y Dumas. La partida de éste último fue localizada el día 12 en Sariñena y tras un breve combate se dio a la fuga. En esta acción destacó Miguel Torres Solanot, de Poleñino. Los liberales rescataron a Nicolás Joaquín Miller, prisionero de los realistas, que al año siguiente sería nombrado gobernador militar y político de la provincia de Huesca.

Las fuerzas de Bacigalupi y de Manuel Gurrea, reunidos en Sariñena, decidieron perseguir a las facciones de Dumas, Miralletas y otros cabecillas que se encontraban en la sierra de Alcubierre y sus aledaños. Los realistas, acosados, se dirigieron a Monegrillo, donde fueron derrotados por la caballería de Gurrea. Los restos de la partida realista se dirigieron a Sena; allí, Gurrea volvió a cargar, aniquilándolos. Algunos de sus componentes vagaron durante un tiempo por la sierra de Alcubierre.

Otros grupos realistas llegarían a los Monegros en octubre de 1822. A final de mes, una columna liberal que se dirigía hacia Sariñena para expulsar la partida de Miralletas sufrieron una emboscada, engañados por unos vecinos, de la que solamente se libraron unos veinte liberales. El gobernador de Huesca, Felipe Montes, impuso un castigo ejemplar; ordenó encarcelar y poner a disposición judicial a los miembros del Ayuntamiento de Sariñena y a los vecinos de tendencias realistas que habían cooperado con Miralletas, y multó con tres mil duros bajo la amenaza de expoliar la villa.
Iglesia parroquial de Poleñino. Foto: C. García

El 19 de noviembre Miguel Torres Solanot salió de Poleñino con cinco milicianos para observar los movimientos de una partida realista procedente de Mequinenza, que había estado la noche anterior en Robres. Siguió las huellas hasta Alcubierre, donde apresó a tres realistas; después se dirigió a Peñalveta y sorprendió a otros ocho de la retaguardia.

La transformación del Antiguo Régimen

Las nuevas relaciones de producción del capitalismo mantuvieron a los campesinos al margen de la propiedad de las tierras, aunque llevaba varias generaciones pagando rentas de carácter feudal. La desamortización de bienes comunales influyó en los recursos de la colectividad, que beneficiaba a los estratos sociales más pobres. Su desaparición provocaría conflictividad social, aumento de la delincuencia y pleitos, emprendidos por los pueblos durante años, que acabarían perdiendo.

En 1833, con la muerte de Fernando VII, se desencadenó en España un largo conflicto civil del que fue detonante, más que causa, la cuestión sucesora.

Entre 1830 y 1836 las malas cosechas y una epidemia de cólera favorecieron la formación de algunas bandas armadas, partidarias de D. Carlos, que recorrieron los Monegros. Una de estas partidas, la de Blas Nerín, vecino de Pina, entró con unos treinta hombres en Monegrillo el 8 de diciembre de 1834 y después marchó a la sierra.
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La Almolda fue una de las poblaciones que sufrió las incursiones carlistas.
Foto: C. García

Monegrillo sufrió otra incursión en 1835; los carlistas se llevaron de rehén a Sebastián Peralta hasta que entregó la cantidad exigida por su rescate. Bujaraloz, La Almolda, Monegrillo y Farlete fueron las únicas poblaciones de los Monegros que soportaron la presencia esporádica de los carlistas durante la primera guerra civil.

En septiembre de 1837, se formó en el distrito de Pina una columna volante de Voluntarios de la Diputación, cuya finalidad era perseguir a las gavillas de facciosos, malhechores y gentes de mal vivir, como también se calificaba a los carlistas.

Durante 1838 el Boletín Oficial publicaba la relación de numerosas ventas de bienes nacionales por subasta; entre otros, del Monasterio de Sigena, de las Carmelitas de Sariñena, de la Cartuja de las Fuentes o de San Francisco de Sariñena. Las leyes desamortizadoras se tradujeron en un aumento de superficie cultivada y de producción agraria. Pero las clases más desfavorecidas no mejoraron su situación, que se agravaba en los años de sequía. La consecuencia fue el aumento de robos y secuestros en despoblado, cometidos por grupos armados que aglutinaban a los más desesperados.

En septiembre de 1869 Froilán Noguero proclamó la República en Sariñena; liberó a los presos, dedujo a la Guardia Civil y se apropió de las armas de la Milicia Nacional. Noguero, natural de Sariñena, era diputado republicano por Huesca, y se había distinguido por solicitar la abolición de las quintas y de los impuestos de consumos de Sariñena, Poleñino, Ontiñena, el Tormillo, Capdesaso, Sena y Lalueza.

Ante la amenaza del ejército, Noguero con sus hombres marchó a la sierra, pasó por Castejón de Monegros y después se dirigió a Fraga. Viéndose acosado, no le quedó otro remedio que acogerse a indulto, presentándose al alcalde de Berbegal.

*Publicado en el libro Comarca de Los Monegros, coordinado por Gonzalo Gavín González, de la Colección Territorio. Diputación General de Aragón, Zaragoza, 2005. Págs. 119 a 130.
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Conflictividad social y bandolerismo en el siglo XIX (Comarca de los Monegros y 2)

Alcubierre, pueblo natal del bandolero Mariano Gabín "Cucaracha".
Foto: C. García

José Antonio Adell Castán
Celedonio García Rodríguez


Bandolerismo en los Monegros

Para combatir a los grupos de bandoleros, en aumento por el crecimiento de la población, que no pudo ser asimilada por la incipiente industria, Francisco Javier Girón, duque de Ahumada, creó en 1844 el cuerpo de la Guardia Civil.

En 1860 Joaquín Soler, apodado Chistavis, tenía aterrorizado con sus robos y secuestros a todo el “país de Sigena”. Una veintena de civiles iban en su persecución y los pueblos se habían levantado en somatén. Fue detenido por la policía de Zaragoza el 20 de abril de 1860. La misma policía también detuvo, el 10 de febrero de 1861, a otros dos famosos bandidos que aterrorizaban los pueblos de la sierra de Alcubierre y del Somontano, en cuya persecución iban varias partidas de la Guardia Civil.

El bandolerismo y las insurrecciones liberales, republicanas y carlistas, obligaron a las gentes de los Monegros a vivir en continuo sobresalto entre 1868 y 1873. A finales de agosto de 1870 apareció por la sierra de Alcubierre una partida de unos 12 hombres armados con trabucos, a cuyo mando iba “uno que vestía de negro”. Pocos días después una cuadrilla de unos 20 bandidos armados entraba, en pleno día, en Senés y robaba entre tres y cuatro mil duros en la casa de Pepe Chico. El robo llevaba la rúbrica del mítico “Cucaracha”, natural de Alcubierre, el bandolero más célebre en Aragón, que mantuvo en jaque durante cinco años a las gentes de los Monegros.

“Cucaracha” era el apodo de Mariano Gabín Suñén. Siempre vestía de negro, era muy moreno y pequeño de estatura. Una copla recuerda al bandolero:

“Se pasea el Cucaracha
por la sierra de Alcubierre,
un hombre como un tomillo,
y todo el mundo le teme”.

Vista de Alcubierre desde la sierra. Foto: C. García
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Según explicación de la época, se echó al monte porque quiso vivir sin trabajar. El escaso número de guardias civiles dedicados a la persecución de malhechores, más ocupados en la lucha política contra los carlistas, le permitió campear con su cuadrilla por la sierra de Alcubierre. Los bandoleros actuaban en pequeñas cuadrillas que se unían para cometer asaltos importantes. Los robos y secuestros a ricos propietarios de la comarca se fueron sucediendo durante estos años. Algunas de sus víctimas fueron: Sebastián Peralta, de Monegrillo; Mariano Peralta, de La Almolda; Martín Panzano, de Tramaced; Eusebio Laga y Gregorio del Ruste, de Pina; Faustino Escuer, regidor de Perdiguera; Mariano Casamayor, de La Almolda; Lucas Abadía, de Nuez de Ebro; Salvador Mata, Mariano Azara y Mariano Doz, de Farlete; “Casa Bastarás”, de Lanaja; José Calvo y Juan Ruata, de Alcubierre, y Joaquín Angas, de Ontiñena, entre otros.

La cuadrilla de Mariano Gabín supero el medio centenar de hombres, y más de un centenar de confidentes le informaban de los pormenores de todos los pueblos de la comarca. Según una crónica de la época, gastaba más de 3.000 reales diarios en confidencias. “Cucaracha” sentía un verdadero odio a los ricos y se jactaba de “asestar sus tiros a los hombres de posición y de fortuna”. Su personalidad se asociaba a las de un pragmático comunista, seguidor de las exaltadas ideas propugnadas por Owen y Saint Simón, pero su naturaleza inculta (su instrucción era escasa, apenas sabía escribir) y odiosa le llevaría por la senda del bandolerismo. Por su proceder, trataba de emular el romanticismo de otros dos célebres bandoleros, José María el “Tempranillo” y Jaime el “Barbudo” de Crivillente.

Las quejas recibidas en la prensa oscense a principios de 1873 por la inseguridad en los Monegros y las gestiones de personas influyentes, forzaron al Gobernador Militar de la provincia a ordenar que 30 guardias civiles, al mando de un capitán, se situaran a finales de marzo en Sariñena para perseguir el bandolerismo.

A la preocupación carlista se unía el problema del bandolerismo. Las incursiones carlistas habían sido escasas. A finales de abril de 1872, Joaquín Nasarre, natural de Sariñena, entraba en La Almolda y pagaba el gasto con los 1.600 reales que con anterioridad había exigido a José Buil, rico propietario de Castejón de Monegros. El 14 de mayo del mismo año también llegó a Lanaja una pequeña partida carlista al mando de Telesforo Monclús. Dos días después se presentaron a indulto la mayor parte de los que la componían, con sus armas, caballos y demás efectos. El jefe huyó a la Sierra.

"Cucaracha" encerró en la iglesia de Farlete a los vecinos y robó las casas de Salvador Azara y de Mariano Anoro. Foto: C. García

 
“Cucaracha” se aprovechó de la forma de actuar de las partidas carlistas para dar algunos de sus más famosos golpes. Haciéndose pasar por una partida carlista entró en Albalatillo, Castejón de Monegros, Villanueva de Sigena, Sena y Farlete. El asalto a Farlete se produjo el 15 de junio de 1873 a las nueve de la mañana. Dieciséis hombres, capitaneados por “Cucaracha”, se presentaron vestidos de carlistas, con sus trabucos y a cara descubierta. Aprovecharon que el pueblo estaba en la iglesia oyendo misa para retener a los vecinos. Robaron las casas de Salvador Azara y de Mariano Anoro y después huyeron, entablándose un tiroteo entre vecinos y bandoleros. En la huida abandonaron los uniformes que llevaban superpuestos a la vestimenta ordinaria.

Ocho voluntarios y seis guardias siguieron las huellas que habían dejado sobre el terreno humedecido por la lluvia. Al día siguiente detuvieron en Lanaja a dos ladrones, que dieron los nombres de sus compañeros. Con la ayuda de la Guardia Civil y voluntarios de Alcubierre, Lanaja, Grañén y Sena se detuvieron más de veinte implicados en el asalto, entre bandoleros y confidentes.

Dieron mucho que hablar las detenciones de personas acomodadas y de agentes de la autoridad. Fue significativa la captura del “Tuerto de Capdesaso”, que se encargaba de escribir las notas exigiendo a los labradores dinero, bajo la amenaza de quemarles la mies, y la de Ramón Lordán, apodado “Villanueva” por ser natural de Villanueva de Sigena. Lordán murió a causa de un tiroteo entablado con la Guardia Civil, tras ser localizado en una cueva del monte de Juvierre. Era el segundo de la cuadrilla y tuvo tanta importancia que al constituirse la cuadrilla se denominó de “Cucaracha” y “Villanueva”. El puesto de “Villanueva” fue ocupado por Antonio Sampériz, apodado el “Cerrudo” de Lalueza, que a finales de julio de 1873 se había fugado del penal de Cartagena aprovechando la insurrección separatista.

“Cucaracha” y su cuadrilla estuvieron implicados en muchos sucesos durante esta época. Se le responsabilizó de la muerte de Martín Rubira, de Zuera, el 31 de marzo de 1873. Tras este suceso, más de 200 hombres de Zuera, Perdiguera, San Mateo de Gállego, Leciñena, Farlete, Monegrillo, Alcubierre, Robres, Senés y Torralba dieron una batida por la sierra, sin resultados positivos. Los alcaldes, reunidos en el santuario de la Virgen de Magallón, acordaron medidas para perseguir a los malhechores.

Ermita de San Miguel en el monte de Juvierre, término de Castejón de Monegros. Foto: Javier Foncillas
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El 7 de julio de 1874 fue detenido el ermitaño de San Miguel, enclavado en el monte de Juvierre, en Castejón de Monegros, acusado de ser cómplice y encubridor de la cuadrilla de “Cucaracha”. Cuando una veintena de guardias lo llevaban a Sariñena, fueron acometidos por los bandoleros. El enfrentamiento dejó herido a un guardia y produjo la muerte del ermitaño. La tradición oral lo recuerda en esta copla:
“Cucaracha y los civiles
tuvieron un tiroteo;
ellos bien se divirtieron,
pero lo pagó el santero”.
El 28 de febrero de 1875 la Guardia Civil acabaría con la vida de “Cucaracha” y de cuatro de sus compañeros (Antonio Sampériz Peralta (a) el “Cerrudo”, de Lalueza, segundo jefe de la cuadrilla; Melchor Colomer y Ferrer (a) el “Herrero de Oso”; José Bernad Rivas (a) el “Molinero de Belver”, y José Solanilla y Lacambra, de Palo) en el corral de la “Nica”, cerca del poblado de Peñalveta, en el término de Lanaja.

Corral de la "Nica", en Peñalbeta, término de Lanaja, lugar donde murio "Cucaracha". Foto: C. García
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Las extrañas circunstancias de su muerte están rodeadas de leyenda. Según la tradición popular, los bandoleros bebieron vino envenenado y cuando la pócima surtió efecto los civiles acabaron con sus vidas.

La presencia de los carlistas

La muerte de “Cucaracha” no supuso el final del bandolerismo en los Monegros. Las detenciones de los miembros de su cuadrilla no cesaron y también hubo algunas muertes de bandoleros en enfrentamientos con la Guardia Civil: Manuel Isábal, de Almudáfar; Antonio Senar (a) “De Diego”, de Belver, o Demetrio Durango, capturado en Grañén. Unos se desperdigaron por la provincia formando pequeñas partidas, otros permanecieron en la comarca, y también surgieron imitadores de “Cucaracha”, como el “Manco”, de Villanueva de Sigena, o el “Peluca”, que resultaría herido en La Almolda.

Las incursiones carlistas se acentuaron a partir del verano de 1874, sin encontrar resistencia. El 30 de julio de 1874, la ronda de Fabara, llegó a Bujaraloz para cobrar contribuciones. Los tres primeros contribuyentes, Manuel Rozas, Gros y Joaquín Samper, tuvieron que aportar 2.000 reales cada uno y hasta 8.000 entre los demás vecinos. Después se dirigieron a La Almolda, exigiendo 6.000 duros.

En diciembre de 1874 las rondas carlistas del Ebro ampliaron el círculo de sus correrías; el día 18 entraron en Castejón de Monegros al mando de Aznar y pidieron 4.000 duros. Detuvieron al alférez de la Guardia Civil Francisco Bergua y a varios guardias civiles encargados de la persecución de “Cucaracha”, y se los llevaron presos junto con el alcalde y los contribuyentes que no aportaron la cantidad que les correspondía. En Valfarta cometieron el mismo expolio. El 23 de enero de 1875 la ronda de Fabara regresaba a Bujaraloz y a La Almolda.

Los bandoleros aprovecharon la presencia de carlistas para cometer nuevos saqueos en su nombre. A primeros de junio, una supuesta partida carlista de once o doce hombres llegó a Sena y obligaron al alcalde a que les acompañara a las casas de Lacruz, teniente alcalde, Castán, juez municipal, mosén Antonio Calvo y Blas Almerge. Después fueron a la casa de Fernando Galindo, que se negó a abrirles y comenzó a tocar la campana del oratorio; esto les puso nerviosos y con hachas trataron de abrir la puerta, pero al oírse tiros, los carlistas, que resultaron ser ladrones, tomaron los 4.000 reales exigidos a Castán y a mosén Antonio Calvo y huyeron.

En el verano de 1875 las tropas carlistas cruzaron los Monegros en un intento desesperado de tomar el Alto Aragón y acercarse a la frontera francesa. El 3 de julio entraban en Bujaraloz al mando de Dorregaray, Palacios, Gamundi, Boet, Pallés, García, Cucala, Adelantado y otros, procedentes de Cantavieja. Dorregaray se alojó en casa de Manuel Rozas y los otros jefes se repartieron en las principales casas del pueblo. La fuerza la componían unos 6.000 hombres. El día 4 llegaba la ronda de Pericón; al día siguiente, dos brigadas al mando de Álvarez, y por la noche el cura de Flix. Por último, el día 6 pasó la fuerza de Villalaín y la ronda de Muñoz; en total, unos 300 hombres a caballo que cerraban la marcha y se habían encargado de destruir las barcas del Ebro, en Chiprana y Caspe, para impedir el paso de las columnas del ejército. Todas aquellas tropas pasaron por La Almolda, Castejón de Monegros y Sariñena.

Descarrilamiento de un tren de la línea Zaragoza-Lérida en el viaducto sobre el Alcanadre en Sariñena, provocado por la partida carlista de Dorregaray en 1875. Grabado de la época publicado en La Ilustración Española y Americana
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Los carlistas cometieron diversos destrozos a su paso por los Monegros. En Sariñena quemaron la estación, lanzaron al río tres locomotoras, quemaron el Registro civil, el archivo del Ayuntamiento y soltaron de la cárcel a los presos, entre los que había ocho o diez cómplices de “Cucaracha”. También se llevaron algunos rehenes, entre ellos a Julio Monreal, Juez de primera instancia, al Registrador y a los señores Penén y Torres. Las exacciones continuaron en Poleñino, Lanaja, Farlete y Grañén.

A los pocos días desapareció el problema carlista, llevándose consigo un importante botín, pero persistió el del bandolerismo, aunque se iría debilitando al mismo ritmo que finalizaba el siglo.

Alteraciones de final de siglo

En el último tercio del siglo XIX el campo sufrió una crisis con importantes consecuencias sociales. La miseria por años de sequía afectó especialmente al pequeño campesinado, propietario o alparcero, poniendo en juego su propia subsistencia. También surgieron algunos conflictos entre segadores y propietarios.

Desde Robres se quejaban, en junio de 1876, del triste y angustioso cariz que presentaba el porvenir de la comarca. La sequía y las heladas afectaron a los cultivos y a la ganadería. Se preveía que los jornaleros tendrían que emigrar en busca del sustento. Ante este cuadro de desolación, los contribuyentes de la circunscripción de Sariñena demandaban una rebaja de la contribución. Noticias similares se repitieron en los últimos años del siglo. En enero de 1883 los municipios de Lanaja, Alcubierre y Robres suplicaban moratorias en el pago de contribuciones. Sequía y malas cosechas obligaban a los propietarios a desprenderse de las caballerías y aperos de labranza. Numerosos braceros ya habían emigrado por carecer de trabajo. Esta situación de desesperación propició el aumento de suicidios, de la delincuencia y del bandolerismo.

El 11 de agosto de 1875 una banda de cuatro salteadores secuestraba en La Almolda a Eusebio Samper Peralta y a Agustín Peralta con su criado. Otra cuadrilla había robado en la carretera de Barcelona, cerca de las ventas de Santa Lucía, a cuatro carreteros de Bujaraloz. El 12 de octubre de 1876 era asaltada por siete ladrones la casa de un propietario de Lalueza. Durante el robo murió Juan José Murillo, secretario municipal. En abril de 1877, cuatro hombres armados recorrían la sierra próxima a Monegrillo. En septiembre se presentaba por la comarca de Sariñena una cuadrilla de seis malhechores capitaneada por Agustín Alamán, apodado “Farineza”, el que fuera segundo de la partida de “Cucaracha”; habían llegado de Francia y eran conocidos por los actos criminales en aquel partido.


Lanaja también sufrió el fenómeno del bandolerismo


En junio de 1880 tres bandidos, dos de ellos hijos de Lanaja, tuvieron un encuentro a tiros con la Guardia Civil. En julio sería secuestrado Mariano Marcellán, de Lanaja. Los bandidos recorrieron los Monegros durante todo el verano, hasta que desaparecieron sin dejar rastro. El somatén de los pueblos de Lalueza, Poleñino, Marcén, Fraella y Capdesaso, junto con la Guardia Civil de Lanaja y Alcubierre (más de cien hombres), tuvieron que dar batidas para limpiar de malhechores sus jurisdicciones.

En el verano de 1881 el temor se apoderó de las numerosas personas que veraneaban en el santuario de Nuestra Señora de Magallón, por la presencia de gentes sospechosas que vagaban por las proximidades de Leciñena. El 16 de octubre de 1889 era secuestrado Manuel Buil, vecino de Castejón de Monegros. En febrero de 1891 merodeaban otros sospechosos por la sierra de Lanaja a los que se atribuía el incendio de una aldea. Este ambiente de inseguridad aumentó a primeros de 1894, por la fuga de ocho presos en Bujaraloz, al ser trasladados de Barcelona a presidios del Centro.

El 14 de julio de 1896, la Guardia Civil del puesto de Sena disolvía un conato de pandilla, capturando a Antonio Campos, su capitán, a Fernando Benavente y a Juan López. A finales de año por la sierra de Lanaja también pululaban cuatro hombres; al parecer, eran licenciados de presidio o desertores del ejército destinados a Cuba.

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*Publicado en el libro Comarca de Los Monegros, coordinado por Gonzalo Gavín González, de la Colección Territorio. Diputación General de Aragón, Zaragoza, 2005. Págs. 119 a 130.
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