lunes, 29 de junio de 2009

La "corridas de pollos" por el Jiloca (y 2)

Carrera pedestre de Blancas. Archivo Centro de Estudios del Jiloca.Foto realizada por Pedro Corella Sánchez

Artículo publicado en la revista Cuadernos de Etnología, 21, Centro de Estudios del Jiloca, págs. 21-44 ~ 2008 ~ISSN: 1136-8209
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José Antonio Adell Castán y
Celedonio García Rodríguez
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Las corridas de pollos del bajo Jiloca turolense

En el bajo Jiloca turolense las carreras pedestres eran los únicos deportes que se practicaban antes de la guerra civil. En Luco de Jiloca las fiestas se celebran en honor de la Virgen del Rosario. De este pueblo, comentando sus fiestas, se decía en el Heraldo de Aragón de 17 de octubre de 1931 que “los deportes en este pueblo apenas se conocen, si se exceptúan las carreras pedestres”. El Ayuntamiento concedía los premios en metálico, y este año los ganaron Alberto Bachiller, Lucio Castán y Teodoro Bando. Para los niños se organizaban corridas de pollos.

En 1935 los premios los obtuvieron Manuel Franco y José Buendía, en dura pugna entre locales y forasteros. El recorrido era desde la rambla hasta la piedra del Pijarrillo, ida vuelta. La música animaba a la salida y la llegada, luego los pollos de los premios se los comían todos juntos en una juerga.

Francisco Pellejero Martín, de Báguena. Carrera de Báguena (Archivo C. García)
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En Báguena y en San Martín del Río los premios de la carrera consistían en pollos y conejos. En Báguena se daban dos pollos y un conejo al primero, un pollo y un conejo al segundo y un conejo al tercero. La corrida se celebraba para San Ramón Nonato, el 31 de agosto, saliendo desde la entrada del pueblo hasta la rambla de Valdiburrai, donde se daba la vuelta, hasta tocar la horca de los pollos y conejos. También organizaban carreras pedestres en las fiestas mayores en honor del Santo Cristo de los Milagros. En los años veinte los premios de estas fiestas pasaron a ser en metálico; en 1921 fueron de 50 y 20 pesetas para los primeros clasificados.

Se disputaban varias carreras, de niños, de mozos, casados y otra en la que corrían los forasteros. Entre los corredores del pueblo más destacados podemos citar a Pedro Galindo, que corría antes de 1936, a Miguel Monterde y a Francisco Pellejero, conocido como “el Mortero” o “el Lucero”.

Pellejero nació en 1938 y corrió hasta 1973, año en el que los jóvenes del pueblo no le quisieron dar el premio porque decían que era profesional. El día que Pellejero corría no ingería nada más que líquidos; corría descalzo, con calzón y llevaba un pañuelo húmedo. Venció en Val de San Martín para la Asunción y San Roque, en Anento para Santa Agueda, en Ferreruela, etc., ganando muchos pollos. Entre los corredores que venían de fuera, antes de la guerra, sobresalía un corredor de Anento, “el Floro”. A la salida y la llegada se disparaban morteros desde el castillo de Gil de Bernabé. También amenizaba la banda de música.

Una crónica publicada por el semanario El Ruejo de Daroca el 5 de septiembre de 1908 refleja el ambiente de estos duelos deportivos. La transcribimos completa:
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“Interesante fue la corrida de pollos del inmediato pueblo de Báguena, donde se disputaban la primera el corredor del pueblo Marcos Moreno Pescador y Clemente Molina Segura, de Villar de los Navarros, los dos afamados corredores, pues el primero venía ganando la primera en cuantas corridas se presentaba desde hace diez años; y en cuanto al segundo, las ha ganado en pueblos tan importantes como Cariñena, Paniza, Azuara, etc., habiendo éste corrido también en competencia con Rafael Oliver, de Moneva, corredor el más ágil de la provincia (pues sabido es que en Zaragoza para la fiestas del Pilar ganó la primera obteniendo como premio 250 pesetas) y no obstante tener por rival a tan hábil corredor consiguió si no pasar, igualar en dos corridas celebradas en el mismo día en el pueblo de Plenas, llegando a tocar los pollos las dos veces al mismo tiempo, por lo que se partieron amigablemente el premio en ambas, consistente en 12 pollos; siendo digna de anotar la afición que Clemente siente por correr, puesto que es un jornalero que en la actualidad sirve en casa del rico propietario de su pueblo D. Vicente García y que al enterarse de que se celebra corrida, no vacila en venir a ella, acompañado de los entusiastas convecinos Eusebio Mayoral y Francisco Lucía, dejando en su lugar un sustituto, al cual tendrá que abonar tres días de jornal, cuando él aun ganando la primera, obtendrá como recompensa solamente tres pollos, pero es lo de menos la cuantía del premio y únicamente ansía anotarse una primera más, por lo que aproximándose la hora y todo dispuesto, por orden del celoso alcalde de Báguena D. Pedro Jaraba, marchan animosos cuantos pretenden tomar parte en la corrida al punto donde ha de empezar y pronto se oye la detonación que anuncia la salida de los corredores del punto de partida y a los pocos momento (pues emplean cuatro minutos en recorrer kilómetro y medio) ya se ven llegar descoloridos a Clemente y Marcos, que vienen casi junto hasta unos cien metros de los pollos, desde donde haciendo un esfuerzo el primero adelanta algunos pasos al segundo, que le valen para obtener tan deseada primera, terminando así felizmente y sin interrupción la corrida.Mucha afluencia de forasteros y solemnísimos los cultos dedicados a San Ramón”.
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En San Martín del Río se corría para San Roque, desde la Fuente Vieja hasta la rambla de Valdoguadel. Se disputaban varias carreras, de niños, de mozos, ancianos y hacia 1945 también de mujeres.
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Las autoridades, acompañadas de la banda del pueblo y del público, salían desde el Ayuntamiento hasta el lugar de la corrida; la banda amenizaba el recorrido tocando pasodobles. Antes de dar comienzo a la prueba, en la fuente y cuando el alcalde daba permiso, el alguacil echaba el bando; tocaba con la trompetilla y anunciaba los premios. En la horca se colgaban los 40 pollos (pequeños) que se repartían entre los corredores vencedores; también había conejos y la cebolla era el dicho, pero no se daba. A la salida y a la llegada se disparaban morteros y la banda se ponía a tocar “el Villano” o “la Corrida”, con ritmo más vivo a la llegada. Esta misma melodía se tocaba en Báguena, aunque cambiaban algunas notas. En lo últimos años ya no se disparaban morteros, pero lanzaban “cuetes” para dar la salida.
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También acudían corredores de los pueblos de los alrededores, de Daroca e incluso de Bello; antes era frecuente que se produjeran algunos altercados. Los forasteros podían participar en el segundo “voto” (corrida), el primer “voto” era para los del pueblo. Corrían descalzos y con calzoncillos de un botón.
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Los primeros clasificados de la carrera local de 1934 fueron: Pascual Martín, Blas Badules y Miguel Alonso; en la segunda, que participaban vecinos del pueblo y forasteros, llegaron por este orden: primero, Martín Sancho, del pueblo; segundo, un joven de Daroca, y tercero, Vicente Peligero, también de San Martín; en los niños resultó vencedor Antonio García.
Otros corredores destacados de San Martín fueron los hermanos Emilio y Matías López “los Menenes” y José María García, antes de la guerra, y en los años cuarenta Santiago Pardos, Emilio, Matías, etcétera.
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La carrera del pollo. Juan José Gárate
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Eran frecuentes las anécdotas; en una ocasión a uno le dieron un pollo más pequeño que a los demás y lo echó al río. Otro año, dos de los mayordomos, que organizaban las fiestas por cuadrillas, querían llevar los pollos y conejos colgados de la horca; para que no discutieran se cortó una oreja al conejo más grande y comenzó a sangrar; ya ninguno de los dos quiso llevar la horca.
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San Martín y Báguena mantenía mucha rivalidad que a veces desencadenaban algunas alteraciones. Uno de esos conflictos que permanecen vivos en la tradición oral lo hemos encontrado en varios remitidos al diario El Eco de Aragón de 1870. El de San Martín del Río, publicado el 28 de agosto, explicaba con más profundidad lo sucedido, aunque desde su particular punto de vista:
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“El día 16 de éste, celebran los mozos de este pueblo la festividad de San Roque, con su corrida de pollos; y los de Báguena, acostumbrados a perturbar el orden de todos los pueblos limítrofes, como es público y notorio, bajaron con esa misma intención, no digo todos sino una porción de desgarrapillados; y al dar principio a la corrida ya se pusieron apostados en el tránsito de ésta; y por desgracia de ellos, viendo que un chico de Villafeliche llamado Raimundo Ibáñez se iba a llevar el premio, salió un mozo de Báguena, que hace poco ha venido de sufrir condena, no por cosas políticas, y puñal en mano, en ademán de darle una puñalada al de Villafeliche. Un guardia viñador que le vio pudo evitarlo. El tal mozo se llama Vicente Blasco (a) Pulgas.
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No contentos con esto los mozos del pueblo se echaron sobre los de Báguena, y visto que aquello presentaba mal aspecto, el digno señor alcalde pudo evitar sucediese alguna desgracia exhortándoles a que se fueran del pueblo y, si no, que no comprometieran a nadie. No quisieron acceder y entraron en el pueblo, arrogantes, como de costumbre. Al ver esto los mozos del pueblo se arrojaron sobre ellos y, dándoles de los lindo, los desalojaron del pueblo, refugiándose algunos de ellos en diferentes casas. Los mozos se empeñaron en que los sacaran a la calle, pero entonces el ayuntamiento y todas las personas de orden se presentaron en estas casas en auxilio de los de Báguena, que a no ser así no sé lo que hubiera sucedido; pero desde este momento se custodiaron y acompañaron hasta fuera de la población, dejándoles en salvo; pero los de Báguena se portaron como de costumbre. Tan pronto como se vieron cerca de su término, reunidos con otros, echaron a talar árboles, a arrancar judías y a destrozar el cauce de las acequias, para no dejar pasar el agua del término suyo, habiendo maltratado a un pobre anciano de 65 años y a dos niños de 12 y 13, dejándolos, lo que es al uno, en muy mal estado; todo esto en acción de gracias de lo que el pueblo en general había hecho en obsequio de los hidalgos de Báguena. Al ver estos atropello, el pueblo en masa, irritado, salió a evitar esas bajezas y atentados. Aquí no había liberales ni carlistas; todos estábamos unidos para defender los derechos del pueblo. Recorrimos nuestro término sin encontrar a los malhechores, porque ya se habían fugado. No hay que atribuir esto a la política; pues durante la exacerbación no se oyó una palabra de política, más que todos a unos y a sostener el orden y evitar desgracias, como se pudo conseguir.
No se portaron así los de Báguena, pues hasta la fecha no han podido pasar por dicho pueblo ninguno de San Martín, porque se consiente que estén una docena de perdidos recorriendo las calles embozados en las mantas, observando si pasa alguno de este pueblo para asesinarlo a sangre fría. Ha llegado la desvergüenza hasta el punto de pasar un carro de este pueblo guiado por un forastero y detenerlo y reconocerlo por cerciorarse y ver si iba dentro el dueño para vengarse de él. Esto es lo que sucede y esta la pura verdad. Ahora júzguese si está la razón de parte de los de San Martín o de los de Báguena. No me toca a mí, porque dirían que soy apasionado por mi pueblo. El público juzgará”.
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Ya llega el vencedor. Julio García Condoy
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El dulzainero de Bello y el gaitero de Torrijo
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Por muchos pueblos de la comarca iban los músicos de Bello a amenizar las fiestas. En Pozuel del Campo, para las fiestas de San Miguel, los chavales salían a esperarlos a un camino por donde llegaban en un carro. Cuando se disputaba la corrida de pollos, el dulzainero y tamborilero la amenizaba; mientras se preparaban los corredores tocaban bailables que la gente aprovechaba, luego, cuando estaba la carrera en marcha, sonaba “La corrida y el pollo”. Esta melodía también se tocaba cuando daban “el Manolo” a las cuatro de la madrugada (es decir, cuando terminaba el baile).

Se corría por la carretera, desde el alto del cerro hasta la entrada del pueblo (unos dos kilómetros). La salida la daba uno del Ayuntamiento con tres piedras, soltaba una, dos y a la tercera salían corriendo, descalzos y en calzoncillos. También se colocaban un pañuelo atado a la cabeza. La corrida nunca faltaba, había mucha ilusión, incluso venían de otros pueblos. Se colocaban a lo largo de la carretera animando a los corredores. En los últimos años se hacía un circuito por el pueblo debido a que la carretera tiene mucha circulación y, ya no dan pollos de premio, sólo entregan dinero.

Los corredores locales más destacados han sido: “el tío Santiago”, Ángel Montón, “el tío Nicolás”, que era bajico y pequeño pero donde iba se llevaba los pollos, y en los años cuarenta Miguel Hernández, hijo del “tío Nicolás”, y Pedro Hernández. También llegaban corredores de fuera: “Rupelde” y “el Choperras”, ambos de Blancas; de Monreal, de Fuentes Claras, etcétera. Las llegadas casi siempre eran muy apretadas y la Guardia Civil ponía orden en la carrera. Con una bicicleta iba uno del Ayuntamiento comprobando que no hubiera irregularidades. En una ocasión participó un corredor de Fuentes Claras, que corría muy bien, y Miguel Hernández y otro de Blancas se le ponían delante para no dejarle pasar, el juez de la prueba puso orden y al final el corredor de Fuentes Claras llegó a los pollos el primero y bailando. En las carreras solían participar todos los jóvenes del pueblo, salían entre 25 y 30 corredores y unos días antes de la carrera se preparaban por las noches.


Tomás Barris, de Bello, 1956. Colección Tomás Barris
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El catalán Tomás Barris, atleta internacional con dieciséis títulos de campeón de España de 800 y 1.500 m., y treinta y cuatro plusmarcas nacionales, narra en su web (http://www.barris.org/noticiaslinks/carrerasdepollos.html) recuerdos de las carreras pedestres por Aragón, y evoca con nostalgia y cariño el desafío que mantuvo en Bello el año 1956 con un corredor local al que apodaban el “Felipillo”. Este joven, que corría siempre con un cachirulo rojo en la cabeza, ya le había vencido en más de una ocasión.

“Felipillo”, considerado durante mucho tiempo un corredor invencible, fue empujado por sus propios seguidores para enfrentarse al “catalán” que nunca pudo con él y que en aquellos momentos era el campeón de España en pruebas de medio-fondo.
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Barris, que también lleva en sus venas sangre aragonesa, no dudó en aceptar este reto y para asegurar la victoria acudió con varias semanas de antelación para prepararse en altitud. El reto levantó una enorme expectación. Barrís lucía su camiseta del C. N. Barcelona y el resultado fue el lógico. Según Barris, “todo terminó felizmente, cosa que no hubiera sido así de haber hecho caso a las insinuaciones de la gente, incitándome a dar la vuelta para rebasar a mi contrincante y arrebatarle los pollos que le correspondían como segundo clasificado, como se hacía antaño”.
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Por los pueblos de los alrededores de Pozuel también se hacían carreras. En Ojos Negros se corría por la carretera, al igual que en Blancas. También se corría en El Pedregal (Guadalajara).

En Blancas se celebraba el tercer domingo de septiembre, para la Virgen de la Carrasca, desde la ermita de la Virgen de la Carrasca hasta el pueblo, recorriendo unos cuatro kilómetros por la carretera. También se corría para San Roque desde el peirón de San Antonio hasta la ermita de la Virgen de la Carrasca y vuelta. Acudían corredores de fuera, pero en los años cuarenta “Rupelde” era quien se llevaba los pollos. En 1927, según La Voz de Aragón, los vencedores fueron dos de Pozuel y el tercero Daniel Foved, de la localidad. Al año siguiente obtuvo las 15 pesetas del primer premio el corredor Tomás Valenzuela. Las 10 y 5 pesetas del segundo y tercer puesto fueron a parar a manos de los corredores locales Tomás Marco y Jesús Martín, respectivamente. El gaitero de Torrijo solía amenizar las corridas. Los corredores llegaban sudorosos y la gente les echaba las chaquetas y les abrigaban para que no se enfriaran.
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En Odón la corrida de pollos se organizaba para la Virgen de la Merced, el 24 de septiembre. La salida se daba a tres kilómetros de Odón, en la carretera de Bello a Odón, y la llegada estaba en el peirón de la carretera.

Tornos celebra sus fiestas en honor de la Virgen de los Olmos, y según El Intransigente del 15 de octubre de 1885 los premios de las corridas de pollos se los disputaban entre corredores locales y forasteros animados por la música; éste año uno de Bello se llevó la primera, y ya eran ya diez las corridas que llevaba ganadas.
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Eran frecuentes las victorias de los corredores de Bello. A los corredores los “echaban” desde el “Cerro Gordo” hasta la fuente de la Serna. En este escenario el público podía contemplar todo el recorrido.La prueba estaba amenizada por los gaiteros de Burbáguena o de San Martín. En 1934 venció Vicente García, de Báguena, seguido de otro corredor de Bello y de Juan José Ruiz, de Tornos.
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En Bello se disputaba el 8 de septiembre, para la Virgen de la Cabeza, por la tarde. Se perdió con la guerra civil. Corrían desde el término de Tornos hasta el Molino, por la carretera, e iba a echarlos el alguacil. La salida la daba contando hasta tres. Se corría en calzoncillos, en peducos o con alpargatas de goma, y no faltaban los corredores de otros pueblos que acudían a disputar los pollos a los corredores locales. Uno de los corredores más destacados del pueblo fue Joaquín Bachiller.
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Según decían la crónica de las fiestas de la Natividad de Nuestra Señora de 1912 y 1913, publicadas por El Noticiero, en relación con los festejos profanos, hubo corridas de pollos para jóvenes de pueblo y forasteros, también denominada de “peatones”, y entalegados, ganando los primeros premios respectivamente, en ambos años, Ángel Ballestín (a) ‘Gallo’ y Juan M. Soler”. En 1914 obtuvo el primer premio de la corrida de pollos Pascual García Latorre. Y en 1935 venció Vicente García, destacado corredor de Báguena, y de los locales Tomás Vicente y Fermín Vicente.
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