domingo, 23 de noviembre de 2008

Carreras de caballos

Concurso hípico (Zaragoza, 1926)

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Por José Antonio ADELL y Celedonio GARCÍA

En una clasificación de los deportes que se practicaban en España, elaborada por la Comisión Organizadora del Primer Congreso Nacional de Deportes, celebrado durante el mes de agosto de 1924 enZaragoza, se incluía el hipismo, junto con el polo, el golf y el tennis, en la sección de “Deportes Aristocráticos”.

Podríamos pensar que el hipismo agruparía a todos los deportes practicados con solípedos, es decir, también con los simpáticos e “innobles” asnos y con los mulos, muy utilizados en prácticas deportivo-jocosas de las fiestas, pero no era así. Lógicamente, el deporte aristocrático estaba relacionado con la utilización del caballo para jugar al polo, en pruebas de saltos yen las carreras.

EL CÍRCULO HÍPICO

A mediados de 1887 se creó en Zaragoza un Círculo Hípico, del cual formaban parte los mejores caballistas de Aragón y cuya presidencia honoraria se ofreció al Excmo. Sr. Duque de Fernán-Núñez. El principal objetivo de los asociados era el fomento de la cría caballar.

Al poco tiempo, en septiembre de 1887, a instancias de la Junta de Festejos de Zaragoza, el señor Vizconde de lrueste daba contestación a un escrito que se le había dirigido en relación con la conveniencia de fomentar en Zaragoza la afición de las carreras de caballos, debido al desarrollo que en esta época estaban adquiriendo esta clase de espectáculos.

La carta del Vizconde iba acompañada de un plano para la construcción de un hipódromo, provisional y económico, dado el poco tiempo que quedaba para la época festiva. El Vizconde señalaba que se podrían organizar este año carreras de caballos con carácter de ensayo, y que si se pagaban los premios con regularidad, los “correristas” volverían en años sucesivos y llegarían a considerar las carreras de Zaragoza de manera permanente en la época de fiestas.

También reflexionaba sobre la necesidad de establecer un gran premio internacional, detallando los motivos e incluyendo un presupuesto calculado.

Un mes más tarde, en octubre y coincidiendo con las fiestas del Pilar, se celebrarían con gran éxito las carreras de caballos, calificadas como “género nuevo de sport en Zaragoza”.

El hipódromo se instaló a ocho kilómetros y medio de la capital, en la explanada de San Gregorio, próxima a la carretera de Huesca, Allí concurrió todo lo más selecto y distinguido de la sociedad zaragozana. Los tranvías del Arrabal, los ómnibus y los coches iban repletos, y la carretera parecía un hormiguero. También se pusieron trenes especiales hasta la estación de San Juan de Mozarrifar, a la que llegaban los viajeros maltrechos y estrujados.

Las carreras se disputaron en dos días y en ellas no faltó el clásico kiosco de apuestas. El primer día se celebraron cinco carreras. La primera, para caballos de la tierra o del país, en la que venció el caballo favorito, con nombre de Lucero, propiedad de Casaus (de Tauste). La segunda, de caballos anglo-árabes, con un recorrido de 1.500 metros. La tercera, de caballos del Ejército, que debían recorrer 2.500 metros. La cuarta, para potros y potrancas y una distancia de 1.000 metros. Y la quinta; para todo género de caballos enteros y capones y yeguas de tres años en adelante de cualquier raza, teniendo que recorrer una distancia de 2.400 metros.

El segundo día hubo otras cin­co carreras. La primera, de velocidad, para potros nacidos en España. La segunda, militar, con un recorrido de 1.500 metros. La tercera era la carrera más importante, el Gran Premio de 2.500 pesetas y 3.000 pesetas. La cuarta, hándicap para todo género de caballos montados por getltleman rides u oficiales, de 1.200 metros, Y la quinta, hándicap para todo género de eaballos y yeguas que habiendo corrido en la reunión no alcanzaron premio alguno, con un recorrido de 1.300 metros.

El éxito obtenido no aseguró la continuidad de este espectáculo deportivo, pese a que desde la prensa, se oían algunas voces reclamando concursos hípicos, citando a dos sociedades perfectamente constituidas y asentadas en Zaragoza que podrían tomar la iniciativa de organizarlas: la Asociación de Tiro Nacional y el Comité de la Federación Gimnástica. También, en la prensa aparecían proyectos de dónde y cómo organizarlos.

En Zaragoza había bastantes aficionados a la equitación y cuatro regimientos montados que podían dar gran contingente de concursantes. En agosto de 1904 surgió la Sociedad Hípica Aragonesa, Este mismo año, en el programa de Fiestas del Pilar de la capital aragonesa aparecía un “espectáculo nuevo”, el “Concurso Hípico Cívico-Militar” que se celebraría en el hipódromo instalado en la Huerta de Santa Engracia. Pruebas de esta índole ya habían tenido lugar en otras capitales españolas; durante todo el mes de septiembre se había celebrado un concurso hípico internacional en San Sebastián que, ade­más, había contado con la presencia de lo Reyes.

A principios de 1910,la pujante Sociedad Hípica, que llevaba poco tiempo constituida, contaba con locales con todo lulo de confort para fiestas, en las que se daba cita lo más distinguido de la capital. La nueva sociedad también había adquirido terrenos para tiro de pichón, celebrar matchs de lawn-tennis, dar fiestas de campo (garden-party) y otros proyectos, todos ellos encaminados, según se decía, “a estimular el elemento joven para animarle a recrearse a pleno aire, como lo hacen los modernos y grandes pueblos”.

CARRERAS DE CINTAS


Carreras de San Antón

Las carreras a caballo fueron competiciones habituales en determinados eventos, como las celebradas en Monzón en 1585 con motivo de las Cortes del Reino, presididas por Felipe 11, y coincidiendo con las ferias de San Mateo. El premio fue una pieza de tafetín, sombrero y espada.

La mayoría de estas Carreras se disputaban durante la celebración de fiestas o ferias, como en Almudévar (1906), Alcolea (1929), en Zuera (1917), en La Portalada o en Yebra de Basa para San Antón).

Las antiguas justas, con suertes tan crueles como las que tenían lugar en Graus en 1552,y en Benabarre en el siglo XVII, que consistían en despedazar a puñadas un gato fiero pendiente de una cuerda, se fueron transformando en otras sin violencia, como fueron las “carreras de cintas a caballo”.

Las mozas del lugar donaban las cintas y presidían el festejo, en el que, generalmente, participaban distinguidos jinetes. Algunas de las poblaciones y barrios donde se organizaron este tipo de carreras fueron: Calatayud (1888), en Ejea de los Caballeros (1904), en Fraga (1911), en los barrios de Tarazona (1916), en el barrio zaragozano de Casetas (1909) y en el de las Tenerías (1923), o en Huesca (1963).

En Jaca (junio de 1918) presidían las carreras, desde una tribuna levantada en la pista, las chicas que regalaban las cintas. Los jinetes que tomaban parte montaban soberbios caballos ricamente enjaezados. El acto fue presenciado por numeroso gentío.

Uno de los festejos con más tradición fueron las carreras con caballos los días de romería, camino de la ermita. Cada chico llevaba en la grupa a una muchacha. En Sena, el día de Santa Quiteria, las grupas, magníficamente enjaezadas, salían de la plaza, daban una vuelta por el pueblo y a galope se dirigían hasta la ermita.

En Embún, también competían por llegar los primeros en la romería a la ermita de Santa Isabel; el toque de las campanas era la señal de partida de todos los mozos llevando en la grupa a su respectiva novia o a una amiga. De regreso se repetía la misma escena, Otra estampa de estas características se veía en Ayerbe, al ir y al regresar a la ermita en la festividad en honor a San Pablo; los jóvenes donceles del Somonta­no también llevaban a las jóvenes de su predilección en grupa camino del santuario de la Virgen del Viñedo, y en Lierta, en Pascua de Pentecostés, para venerar a San Julián en su ermita.

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 18 de febrero de 1996
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