sábado, 13 de octubre de 2007

La cazadora María del Pilar Bescós

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Escena de caza
DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

A finales del siglo pasado, la pluma de Lorenzo Vidal (1) plasmó con gran acierto y con ardor la biografía de María del Pilar Bescós, una distinguida mujer aragonesa que destacó por su dedicación con valentía a la caza. Su destreza en esta actividad la hizo famosa y el coraje que imprimió en situaciones de riesgo, la hizo merecedora de un público reconocimiento.

La existencia de María del Pilar fue un hecho inaudito en la España del siglo pasado. Su imagen real, calzando la ruda abarca de los serreños, cubriendo su cabeza en verano con un ancho sombrero frasciscano y, en invierno, llevando montera de piel de oso, contrasta con la clásica imagen de la diosa cazadora.

Su vestimenta se completaba con una airosa saya hasta la rodilla, pantalón de pana y botines de cuero. Se distinguía por manejar con gran soltura su magnífica escopeta de dos cañones de percusión central.

Era fuerte como un robre, acostumbrada a la vida dura, por de haber participado en infinitas cacerías, de trato afable, audaz y valiente cazando.

La cultura que había adquirido y su conocimiento cinegético contrastaban en una persona que había llevado una vida tan aislada, y en un ambiente rudo y agreste. Todos los cazadores la conocían, incluidos los del otro lado de los Pirineos. El continuo trato mantenido con los cazadores franceses la permitió aprender a hablar perfectamente el francés.

Motivo de su ocupación

María nació en un pequeño lugar del valle de Broto, a mediados del siglo pasado. Era hija del que fuera célebre cazador de osos, Manuel Bescós, apodado el Coracero. Como era natural, desde su niñez estuvo relacionada con la caza. Este contacto se vio acentuado a los veintiún años, al casarse con un joven cazador de oficio, hombre de gran resistencia andando pero mediano tirador.

La vida de casada fue difícil para la pareja, puesto que la poca destreza de su marido no proporcionaba lo suficiente para mantener a la esposa. Lo pasaban mal y María del Pilar se decidió a seguir a su marido en sus expediciones y campañas. Al poco tiempo de dedicación ya se habían trocado los papeles: la mujer era la cazadora y el marido el recovero.

La casa comenzó a funcionar bien, pero murió el marido y María tuvo que dedicarse con más empeño aún al oficio de la caza. Las piezas obtenidas con sus certeros disparos contribuyeron a abastecer los mercados de Huesca, Jaca y Barbastro y los balnearios de Panticosa y Bagnères de Bigorre.
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A partir de 1877 María del Pilar participó en todas las grandes cacerías de sarrios o de osos que hubo en el Pirineo, tanto en el lado francés como en el español; unas veces a sueldo, otras en consideración a los expedicionarios y la mayoría de las veces por su gran afición.

Nuestra cazadora siempre ocupaba los puestos más peligrosos por la garantía que ofrecían sus disparos, considerados los más certeros, y al destacar por su bravura e intrepidez.

El arrojo de María del Pilar
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El hecho más conocido de María del Pilar tuvo lugar en 1878, cuando salvó de una muerte segura a un conocido cazador francés, M. de Lemours. El suceso ocurrió después de que Lemours hubiera herido mortalmente a un oso; todos creían que el plantígrado ya no se defendería, porque ni con los perros reaccionaba. M. de Lemours se acercó para rematarlo con el cuchillo, pero la fiera se rehizo en un último esfuerzo y con gran ímpetu arrolló a los perros y alcanzó al cazador, que perdió el cuchillo en tan repentino encontronazo, quedando desarmado y prisionero entre las potentes garras de la gigante fiera.
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Todos los acompañantes quedaron estupefactos ante tan inesperada reacción del animal. Disparar resultaba imposible por el peligro de acertar al cazador. La situación era crítica, pero María del Pilar Bescós, con una rapidez inusitada, arrebató un chuzo de las manos de un ojeador, arrojándose al oso y de un chuzazo le partió el corazón. Si la actuación de la cazadora se hubiera retrasado un instante más cualquier socorro hubiera sido inútil.

Como prueba de agradecimiento y premiando tanto valor, M. de Lemours regaló a María una magnífica escopeta Saint Etienne con la siguiente inscripción: "Le soussigné Gaston Lemours de Saint Pierre, par la présente certifie: que le jour 21 Juin 1878 Madame Marie Bescos m'a sauvé la vie avec courage en tuant d'un coup de lance un ours qui m'avait pris dans ses bras; et en acte de remerciement; je signe la présente á Ibon de Lis le 10 Juillet 1878" (2).

Este acontecimiento acentuó la leyenda de la hija del Coracero, ya famosa por haber capitaneado numerosas cacerías en el Pirineo, sobre todo en la vertiente francesa, donde eran más conocidos sus méritos.

Tanto en verano como en invierno visitaba casi a diario todos estos lugares, de manera que llegó a conocer con extraordinario dominio del terreno, fundamental para desarrollar con éxito sus batidas.

Mataba a centenares las perdices y sabía perfectamente dónde se hallaban los sarrios o dónde escamaban los osos cuando los había. En el momento que encontraba rastros de reses organizaba renombradas cacerías, avisando a los buenos aficionados.

La caza de alimañas

En época de veda se ocupaba de perseguir zorros, lobos y águilas. La caza de estas alimañas y aves de rapiña la llevaba a cabo con unas artes y artimañas que poco tenían que envidiar al famoso en esta especialidad, el madrileño Chirrín.

También en esta modalidad de caza frecuentaba el territorio francés, en donde pagaban sus servicios con esplendidez y puntualidad, a diferencia de lado español, cuyos municipios tenían tan descuidado todo lo relativo a la caza que destinaban la partida dedicada a subvencionar a los alimañeros en fiestas, novillos, comilonas y otras actividades del mismo estilo.

María del Pilar Bescós consideraba la caza del lobo totalmente inofensiva. Cada año cazaba por lo menos una veintena de lobos, sin contar los que mataban en las cacerías de reses y en batidas que hacían en el Pirineo francés y español.

María era inteligente en la caza y en el tiro de campo. Curtida en las nieves y ventiscas de los Pirineos, había adquirido tanta habilidad que nunca tuvo que lamentar el más mínimo incidente. Su sistema para cazar lobos consistía en buscar el rastro de las lobas, que eran las más peligrosas y las que con más ahínco perseguía, y se ponía al aguardo; primero mataba la loba y después a los lobeznos. Al lobo lo consideraba cobarde y, además, tonto.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS
  1. Lorenzo Vidal: "Cazadora de los Pirineos. María del Pilar Bescós", en La Derecha, 22 de enero de 1892. El mismo autor narró la vida de la heroica cazadora en la publicación dedicada a la caza El Campo, unos días más tarde.
  2. "El firmante, Gastón Lemour de Sainte Pierre, por la presente certifica: que el día 21 de junio de 1878, la señora María Bescós me salvó la vida con coraje, clavando una lanza a un oso que me había atrapado entre sus brazos; y en reconocimiento, firmo la presente en Ibón de Lis, el 10 de julio de 1878".
Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 17 de marzo de 1996

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